Devastación y Desesperación en Puerto Príncipe
“No tengo adónde ir. No tengo adónde ir.” Estas fueron las palabras angustiadas de Rose Marie Michel, de 73 años, mientras recorre las calles de su vecindario en Delmas 30, Puerto Príncipe, ahora reducido a escombros por la violencia de las pandillas.
En solo unos meses, bajo la ocupación de las bandas criminales de Haití, comunidades enteras han sido destruidas. Michel, quien vivía allí desde 1974, perdió su hogar de cuatro habitaciones junto con escuelas, iglesias y tiendas que sobrevivieron al terremoto de 2010.

Retirada de Pandillas y Advertencias de las Autoridades
El 27 de agosto, Jimmy “Barbecue” Chérizier, líder de la coalición pandillera Viv Ansanm, anunció que sus hombres se retirarían de áreas como Delmas 30, Solino, Christ Roi y Nazon para permitir el regreso de los residentes. Sin embargo, la policía haitiana ha advertido que no es seguro volver, ya que las pandillas aún controlan estas zonas.
“Nuestra posición es clara, no podemos alentar a los desplazados a regresar a sus hogares,” dijo Jacques Amboise, portavoz del Consejo Presidencial de Transición.
Testimonios de los Afectados
Sergio, un residente de Delmas 30 que prefirió no dar su nombre completo, expresó su desesperación: “Quiero regresar, pero ¿dónde voy a dormir? ¿Bajo el sol? ¿Al aire libre?”. Su casa, al igual que muchas otras, fue saqueada e incendiada.
- Desplazados: Más de 1.3 millones de personas, el 11% de la población de Haití, según la ONU.
- Niños afectados: Uno de cada ocho desplazados es un niño.
- Fecha clave: La violencia escaló en febrero cuando Viv Ansanm tomó control total de Delmas 30.

Contexto Internacional y Futuro Incierto
Mientras Haití enfrenta esta crisis, el gobierno de EE.UU. planea poner fin al Estatus de Protección Temporal para más de medio millón de haitianos en febrero, alegando mejoras en las condiciones, una decisión que contrasta con la realidad en el terreno.
Las pandillas, lideradas por Chérizier—quien tiene una recompensa de $5 millones por su captura—podrían estar usando a los retornados como escudos humanos o para controlar votantes en futuras elecciones.
“La forma en que vivimos en los campamentos no es buena,” dijo Gertrand Gerson, otro residente, reflejando la difícil elección entre quedarse en campamentos inhumanos o arriesgarse a regresar.