Premiado en Estados Unidos por su excelencia en el derecho, el abogado mendocino abre su faceta más íntima: el deseo de darle más espacio al arte digital y la fe que guía sus próximos pasos
Una distinción que corona un camino de diez años
Hernán Simó habla con serenidad, con la cadencia de quien ha hecho del esfuerzo un hábito. Desde Mendoza, donde vive y ejerce, reconstruye el momento en que la organización LexTalk World decidió distinguirlo tras evaluar su formación académica y presente laboral.
“Es la culminación de una década de ejercicio de la abogacía —reflexiona—. Mucho trabajo, disciplina y sacrificio, cualidades que me acompañaron desde el primer día”. El reconocimiento, entregado el 19 y 20 de noviembre en California, casi se le escapa: “motivos familiares pusieron en duda mi viaje a recibir el premio, pero finalmente todo se acomodó para que pudiera asistir”. “Gracias a Dios se alineó todo”, comenta.
¿Cómo te enteraste de que ibas a recibir el premio?
Simó se acomoda y sonríe antes de responder:
“Me contactó un miembro de LexTalk World por LinkedIn. Me pidieron mis antecedentes para aplicar al galardón. Y los envié con orgullo: me recibí con el mejor promedio en la UNCuyo, fui distinguido como mejor egresado en 2013; más tarde cursé un máster en administración en la Escuela de Negocios Europea de Barcelona donde también me reconocieron la excelencia académica; y luego hice una maestría en leyes en Ohio, donde obtuve un promedio de 4.11, el más alto. Todo eso fue evaluado y, meses después, recibí el dictamen confirmando que había obtenido el puntaje más alto. Así quedé formalmente invitado”.

Un pasado fiscal que dejó huella
El recorrido de Simó está anclado en su provincia. Fue fiscal civil en Mendoza, una etapa que recuerda con intensidad.
“Mi paso por la fiscalía me marcó profesionalmente. El recordado caso de la extinción de dominio fue un precedente que atendimos con enorme responsabilidad y que aún hoy valoro profundamente”, afirma.
Aunque sus vínculos profesionales se extendieron hasta California, su vida sigue en Mendoza. “Trabajo de forma remota para un estudio jurídico de allá. Tengo licencia profesional en Estados Unidos, pero nunca viví allí, viajo solo para reuniones de negocios o por turismo”, explica. Esa modalidad —inusual y efectiva— fue uno de los puntos que llamó la atención de quienes hoy lo distinguen.
Entre leyes y arte: dos caminos que nunca se separaron
Cuando se le pregunta por un consejo para jóvenes estudiantes de Derecho, Simó expande su respuesta más allá del ámbito jurídico.
“Que hagan todo con amor, con el corazón”, dice casi como mantra personal.
El consejo cobra sentido cuando habla de su otra pasión. “Mientras estudiaba abogacía, también me recibí de profesor de piano. Soy artista por naturaleza y convicción. Con humildad he podido sostener ambas pasiones”. Hoy desarrolla arte digital y trabaja, junto al abogado y productor Eduardo Pérez Guerrero, en un proyecto televisivo que conducirá junto con su hermana, una eximia artista plástica.
Su reflexión final para los jóvenes resume una filosofía de vida:
“El camino no es lineal. A veces es circular, otras en espiral. Pero la confianza en uno mismo y el amor por lo que se hace siempre dan frutos”.
¿Alguna vez sentiste que ibas a bajar los brazos?
“Sí, muchas más veces de las que hubiera querido”, admite sin rodeos.
Relata que recientemente mostró su arte digital en un vivo de Instagram y recibió comentarios de muchísimos seguidores.
“Si, en algún momento dudé del rumbo elegido”-cuenta- “aunque siempre aparecen comentarios positivos, simples, profundos y sobretodo oportunos que me dan la energía para seguir con esto que tanto amo, el arte”. La fe, la voluntad y la fuerza interna, son los valores y cualidades que me acompañan desde siempre”.

Diez años hacia adelante: una primicia en voz baja
La última respuesta revela algo más profundo.
“Estoy agradecido a todo lo que me dio la abogacía, pero siento que llegó el momento de explotar mi faceta artística”, confiesa con honestidad.
Reconoce que durante años dejó el arte en pausa por motivos laborales, económicos. Hoy quiere darle el espacio que siente que merece.
“Voy a seguir siendo abogado, pero quiero mostrarle al mundo el arte que hago con tanto amor”, dice. “Ojalá en diez años me entreviste por algún premio artístico. Confío mucho en Dios”. Concluyó.
Simó habla con una mezcla singular de convicción y humildad. No levanta la voz para destacar sus logros; los enumera con naturalidad, como quien entiende que el esfuerzo no necesita estridencias. En su relato conviven disciplina, fe y una sensibilidad poco frecuente en el mundo jurídico. Su búsqueda —la de integrar justicia y arte, razón y emoción— no parece una contradicción, sino un camino que eligió recorrer con la misma seriedad con la que estudia un caso o compone una pieza digital.
Quizás por eso su historia resuena: porque, sin proponérselo, recuerda que las trayectorias más sólidas son aquellas que saben sostener la excelencia sin perder la humildad.
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