Boca Juniors: el ocaso de un titán, devastado en Parque Patricios por su propia ruina

El domingo 27 de julio de 2025, Boca Juniors tocó fondo. La derrota por 2-0 frente a Huracán en el Tomás Adolfo Ducó no fue solo un resultado adverso, sino la radiografía de un equipo que se desmorona partido a partido, sin rumbo ni respuestas. Lo que alguna vez fue un gigante del fútbol argentino hoy es un conjunto desorientado, donde jugadores, cuerpo técnico y directivos comparten la responsabilidad de un presente que duele a los hinchas y avergüenza a propios y extraños.Un equipo sin alma ni ideas En la cancha, Boca fue un desastre. Los jugadores parecen haber olvidado lo que significa vestir la azul y oro. La falta de actitud fue alarmante: pelotazos sin sentido, errores infantiles en la salida y una fragilidad defensiva que permitió a Huracán, un equipo que no atraviesa su mejor momento, dominar con comodidad. Los mediocampistas, con Leandro Paredes a la cabeza, no lograron conectar tres pases seguidos, y el ataque, liderado por un Edinson Cavani que parece arrastrar el peso de sus 38 años, fue inexistente. Ni siquiera Miguel Merentiel, uno de los pocos que suele mostrar rebeldía, pudo romper el cerrojo del Globo. Los números no mienten: Boca no gana hace once partidos. La derrota ante Atlético Tucumán en la Copa Argentina, apenas unos días antes, ya había encendido las alarmas, pero lo de Huracán fue un golpe aún más duro. No hubo reacción anímica, no hubo plan de juego, no hubo nada. Miguel Ángel Russo, en su nuevo ciclo como entrenador de Boca, parece un náufrago aferrado a un salvavidas roto. Su planteo táctico fue inexplicable: un 4-4-2 rígido, sin movilidad ni sorpresa, que dejó al equipo expuesto ante un Huracán que, sin brillar, aprovechó cada error. Los cambios llegaron tarde y no cambiaron nada. Mantener a un Cavani apagado fue un reflejo de la confusión que reina en el banco. Russo, que alguna vez fue sinónimo de éxito en La Bombonera, hoy es cuestionado por su falta de ideas y por no poder transmitirle al plantel la garra que Boca siempre exigió. Los hinchas, que ya organizaron un banderazo contra la dirigencia tras la eliminación en Copa Argentina, comienzan a pedir su cabeza. Y no es para menos: el equipo no tiene identidad, no compite y, lo peor, no emociona. Pero el problema no está solo en la cancha. La gestión de Juan Román Riquelme, presidente y máximo ídolo del club, está en su punto más bajo. La eliminación en la Copa Argentina y la racha sin victorias en el Torneo Clausura han desatado una furia contenida entre los hinchas, que ven en Román al principal responsable de este derrumbe. Las decisiones en el mercado de pases fueron erráticas: la llegada de Paredes generó ilusión, pero no se reforzó el plantel en posiciones clave. La política de no facilitar rescisiones, que mantuvo a varios futbolistas “colgados” durante meses, solo agravó el clima interno. Las agrupaciones opositoras no tardaron en capitalizar el descontento: el banderazo del jueves pasado en La Bombonera, con cánticos contra Riquelme, fue solo el comienzo. En las redes sociales, la hashtag #RiquelmeRenunciá se hizo viral, y las críticas apuntan a una gestión que parece más enfocada en el relato que en los resultados. Boca Juniors está en una encrucijada. El próximo partido, nada menos que contra Racing en La Bombonera, será una prueba de fuego para un equipo que no encuentra el rumbo. Los hinchas, agotados de promesas y excusas, exigen un cambio inmediato. Pero, ¿quién puede liderar la reconstrucción? Los jugadores no responden, el cuerpo técnico no encuentra soluciones y la dirigencia parece desconectada de la realidad. En Parque Patricios, Boca no solo perdió tres puntos: perdió la paciencia de su gente. La Bombonera, que siempre fue un fortín, hoy es escenario de reproches y desencanto. Si algo no cambia pronto, este 2025 será recordado como uno de los años más oscuros en la historia del Xeneize. La pelota está en la cancha de todos: jugadores, técnicos y directivos. Pero, por ahora, nadie parece saber cómo patearla.